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Un ángel llamado Antonio

Publicado: 21 enero, 2011 en Uncategorized
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Atusa su cabello con el cuidado distraído de quien teme romper algo sobre lo que no tiene control verdadero. Cruza la guitarra sobre su cuerpo menudo como si fuera un oprobio del recuerdo. Inclina el tronco y encorva su espalda en posición de interrogante perpetua. Mil cuestiones por responder y una certeza: si hay sensibilidad verdadera tiene el ser y la cadencia de la voz de Antonio Vega.A sus 50 años largos sus canciones son como él: una colección de silencios que hacen sonoro lo imposible. Los rincones más secretos, las luchas más gigantes, el halo de Antonio es un tul de talento sobre el arte. Aquel que no entiende de egos ni vanidades y que es concedido graciosamente cuando un cuerpo y una cabeza van adornados de eso tan etéreo y extraño llamado inspiración.

Por Manuel Bravo Pérez

Antonio Vega es taciturno como las tardes otoñales de Madrid. Su mirada tiene el brillo de una Gran Vía desenfocada a contra luz. Cada una de sus letras son billetes sencillos por las calles que surcan de cicatrices la memoria del olvido. Cicatrices por el cuerpo de Noviciado esquina con San Bernardo.

En 1978 formó Nacha Pop y le puso un ritmo distinto a la catártica Movida. Días en los que las chicas siempre eran de ayer. Días de noches en Tribunal, viendo la vida pasar en el Penta o en La Vía Láctea. Días donde vivir del aire, respirar toxicas, aspirar la vida… IRREALIDAD. “La Chica de ayer” resumió en unas estrofas la esencia de toda una época. Esa canción la resumió y “Lucha de gigantes” terminó por definirla.

Una canción entre mundana y metafísica. Entre lo sustancial y lo químico. Aquello que suscitamos y aquello que nos subyuga desde su vértice onírico. Adicción a la dulce hiel de lo prohibido. Adicción carcoma. Escapada imposible de lo que nos alimenta y nos devora. Calidad insana que nunca caduca ante las polillas implacables, transcurso del tiempo mediante.

En cada uno de sus temas, Antonio ofrece al oyente un trocito de su interioridad, un trocito de su intimidad. Un guiño de un universo que no es triste, sino que tiene la esencia fatalista propia de la vida: la felicidad es un monstruo telúrico y grandioso, lacerante de sentidos… precisamente porque no dura, porque su condena es la inexistencia.

Tras himnos, canciones y noches en cadena, Nacha Pop se disolvió a las faldas de los años 90. Montaña insuperable para los que consumieron compulsivamente la década de los 80. La banda rememoró tiempos pasados en 2007. 19 años después, dieron una serie de conciertos por España ente junio y octubre con el fin de colaborar en la filmación del DVD Historia sinfónica del pop español.

Después de eso, Antonio Vega hizo un puñado de grandes canciones en memoria de su chica. “300 noches con Marga” surgió del último hálito supremo de la creatividad made in Vega. Cantó a su Marga… que espera en algún sitio de Orión. A partir de ahí, se dedicó a vivir de las rentas creativas de cuando aún tenía algo por lo que cantar. No obstante, cada vez que Antonio Vega se posa en un escenario, tenue como el silencio, alguien sonríe en un lugar del mundo donde no sobran las caricias, los anhelos se disolvieron en realidades y el amor extinguió la esperanza de los simples mortales.

Antonio Vega es el poeta contracultural. Sin ampulosidad. Sin vanidad. Palabras justas, tic-tac sin cuerda que lo ate. ¡Qué tu Ángel de Orión te guarde!

(Escrito el 14-11-08)